Publicado el 16 de abril de 2025 por Inés Heu
Hace unos días, tuvimos el privilegio de realizar una sesión con la artista visual Anna Scavonne, una mujer cuya obra y vida están profundamente entrelazadas. Anna, reconocida por sus autorretratos en óleo, no solo se define como pintora, sino también como una mujer resiliente que ha convertido las adversidades de su vida en su mayor fuente de inspiración.
La sesión comenzó con una conversación extensa sobre su historia. Anna no siempre fue solo una artista. Antes, fue profesora de artes plásticas, un camino que, aunque valioso, fue también un proceso de descubrimiento personal. Las dificultades que enfrentó a lo largo de su vida, los momentos de sombra, son los que han marcado su estilo y su trabajo actual. Un reflejo de su evolución, que ella misma describe como una danza entre el consciente y el subconsciente.
Anna toma sus temas de las teorías de Carl Jung y Sigmund Freud, y no teme mencionarlos en sus discursos. Para ella, el subconsciente es la base de la realidad, una idea que persiste en sus autorretratos. Cada pincelada parece hablar de esa profunda conexión con lo interno, de cómo lo invisible es tan relevante como lo visible.
Pintar es su refugio. Es en el lienzo donde escapa de la realidad, donde se siente segura y en paz. Es allí donde desenreda las emociones que el mundo exterior, a veces, no permite explorar. A través de sus autorretratos, Anna se muestra tal cual es: vulnerable, pero fuerte.
A pesar de la intensidad emocional que implica su trabajo artístico, Anna no es solo una artista en el sentido convencional. Ella también es una mujer de negocios que lleva adelante el negocio familiar con una determinación férrea. Consciente de los desafíos que enfrenta diariamente, mantiene un equilibrio delicado entre su vida personal, profesional y creativa, mostrando a cada paso que, aunque el arte es su refugio, la vida cotidiana no es menos importante.
El espacio donde realizamos la sesión parecía salido de un cuento de hadas. Su casa, un lugar de magia contenida, estaba decorada con muebles vintage y rodeada de un jardín que podría haber sido parte de un pequeño resort privado. A medida que avanzaba la sesión, comenzamos a notar una presencia especial en ese lugar: los animales.
Uno a uno, los gatos tímidos comenzaron a aparecer desde los rincones, se asomaban y, con su mirada tranquila, nos ofrecían una serenidad única. El silencio que impregnaba el aire de ese barrio suburbano era un bálsamo para los sentidos. Lejos del bullicio de la ciudad, parecía que el tiempo se detenía, y nosotros solo éramos observadores de una vida mucho más lenta y reflexiva.
Al final de la sesión, nos dimos cuenta de que Anna no solo es una artista talentosa, sino una persona completa, una mujer que encuentra en su arte no solo un medio de expresión, sino un refugio. Nuestra tarea ahora es absorber toda su esencia y reflejarla en un breve reel. No solo para mostrar su arte, sino para contar su historia.
Con cada pincelada, con cada detalle, Anna se enfrenta a su mundo interior, y nosotros, desde nuestra perspectiva, tenemos la oportunidad de capturar y mostrarle al mundo la profundidad de su viaje.